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Fragmentación del Congreso

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Uno de los posibles efectos de la reforma electoral que más debate ha generado es la eventual fragmentación de las fuerzas del Congreso -por las menores trabas al ingreso de partidos pequeños- y las posibles consecuencias que esto tendría para la actividad política en general.
La relación entre un multipartidismo amplio y el sistema presidencialista ha sido tema de estudio por años para politólogos y académicos, quienes han postulado hipótesis, tanto positivas como negativas.
La fragmentación ha sido señalada como la responsable de diversas crisis institucionales y políticas, que van desde dificultar llegar a acuerdos para la promulgación de nuevas leyes, hasta el propio colapso de los sistemas democráticos. En la América Latina de los años 60 y 70 era común que el número de parlamentarios de partidos de oposición e independientes superarán por mucho al contingente legislativo del Presidente electo.
La experiencia, sin embargo, muestra que la inestabilidad no hace distinción entre modelos electorales o de gobierno. Mientras países con gobiernos parlamentarios y altas cuotas de proporcionalidad, como Holanda o Finlandia, gozan de una democracia envidiable, naciones con sistemas presidencialistas y unipartidistas pueden sufrir de casos endémicos de inestabilidad. Basta ver la mayor parte de África en las últimas décadas.
De este modo, más que temer o recordar posibles cuadros institucionales críticos -en su mayoría provocados por causas mucho más complejas que la diversidad representativa del Parlamento-, lo correcto sería ver qué posibilidades abre la inclusión de nuevas fuerzas en el Congreso.
La fragmentación de las posiciones políticas en el Parlamento no tiene por qué ser negativa. Todo lo contrario, la inclusión de partidos que representen tendencias, colectivos o ideologías hasta ahora excluidas puede permitir llevar por la vía institucional problemas que -está vez sí- pueden degenerar en graves conflictos sociales.
En este sentido, por mayor que pueda ser la diferencia entre un sistema parlamentario y otro presidencialista, la experiencia del Parlamento británico es particularmente relevante para Chile. La Cámara de los Comunes del Reino Unido cuenta actualmente con una serie de partidos minoritarios que acompañan a las dos grandes colectividades tradicionales -el Partido Laborista y el Partido Conservador-, sin que esto haya significada una traba para el correcto funcionamiento de la democracia de ese país. Esta diversidad ha permitido controlar y buscar soluciones políticas para conflictos que hasta hace pocos años parecían irresolubles, sobre todo en relación con las minorías culturales y autonomistas (Sinn Féin en Irlanda del Norte y Plaid Cymru en Gales).
Evitar que esta fragmentación tenga consecuencias negativas dependerá en gran medida de la actitud de los bloques que seguirán siendo dominantes en el Congreso. Si estos ven a las nuevas fuerzas políticas sólo como una amenaza, la reforma inevitablemente repercutirá en aumentar la tensión dentro del Poder Legislativo. Si, por el contrario, asumen la competencia como una oportunidad para aumentar la representatividad del Congreso, reactivar su (hace mucho tiempo perdida) conexión con la opinión pública e incluso para definirse mejor ideológicamente, la reforma puede ser un fuerte paso para mejorar la actividad legislativa.


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